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Confianza

Actualizado: 29 oct 2024

Y vino a él palabra de Jehová, diciendo: Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer. Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová; pues se fue y vivió junto al arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo. Pasados algunos días, se secó el arroyo, porque no había llovido sobre la tierra. (1 Reyes 17:2-7)


Ahora, tener valentía y no confiar es como tener un auto y no considerar dinero para ponerle bencina. Pues así como jamás lo podríamos mover, tampoco podríamos decir que el ejercicio de la fe seria completo.


Lo que sucede después de la potente palabra de Elías ante el rey es la contraorden que podría desconcertar a cualquiera de nosotros. Es como que si Dios nos dijera “ve y dile que no lloverá si no es por tu palabra, pero cuando termines... ESCONDETE!”.


Mirémoslo de este modo, si acabo de decir que la voz de Dios esta en mí, ¿por qué tengo que esconderme?, es decir, debería ser al contrario, debería ser honrado, debería ser respetado y servido. “Después de semejante predicación lo mínimo es que me hagan una ofrenda!”, pero la reacción del profeta nos muestra una lección más excelente que la que nos ofrece nuestra lógica, pues su respuesta a la nueva orden suena como un Amen cerrado cuando vemos que “Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová”.


Finalmente consideremos dos preguntas respecto a este primer taller: ¿Se apartó por temor? Y ¿Cuál es la razón por la que se escoge un arroyo y cuervos?


Lo primero es lo que a simple vista podría pensarse respecto del contexto de la situación de Elías ante Acab, suena lógico que es escapar, esconderse o apartarse fuer lo mas razonable. Lo más razonable si es que en nuestras biblias no existieran estos pasajes para darnos luz:


Han puesto a fuego tu santuario, Han profanado el tabernáculo de tu nombre, echándolo a tierra. Dijeron en su corazón: Destruyámoslos de una vez; Han quemado todas las sinagogas de Dios en la tierra. No vemos ya nuestras señales; No hay más profeta, Ni entre nosotros hay quien sepa hasta cuándo. (Salmo 74.7–9)


Bien que os dará el Señor pan de congoja y agua de angustia, con todo, tus maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus maestros. (Isaías 30.20)


El contraste es claro, si los hombres se apartan de Dios, el retira también su palabra y sólo por su gracia ésta volverá para saciar el alma. ¿Qué castigo más terrible podría haber que nuestras biblias, nuestros maestros y pastores nos fueran quitados?


Pero, ¿por qué un arroyo y cuervos? Por qué no fue un rio o algún siervo temeroso de Dios con espíritu hospedador. Podría haber sido, pero nosotros que conocemos el final de la historia de Elías, podemos apreciar que este no era el fin de su carrera, que Jehová no lo había contratado por un día de trabajo, si no que su misión era aun mucho más grande, por ende su preparación también debía serlo.


Dios es cuidadoso de que su gloria no se desvíe hacia otro lugar que no sea su nombre y que nuestro ego se prenda tan rápido como la viruta con una chispa. Así que la provisión temporal de un arroyo y de los cuervos es un buen nivelador de nuestra dependencia. Por eso no miremos con desanimo nuestro trabajo en el Reino cuando nos cuesta trabajo la organización, cuando no tenemos todos los recursos que quisiéramos y siempre lo tenemos que hacer con los justo y necesario, cuando solo tenemos un coro con guitarras y no con la banda que soñamos o cuando nuestras iglesias no son lo imponentes que quisiéramos que fueran. Dios también esta presente en los arroyos, Dios también alimenta a través de los cuervos que despreciaríamos en otras circunstancias.


Esto es una prueba a nuestra confianza, pues la orden a que el cielo se cerrara también lo condenaba a él, así que ir a un arroyo era una condena en cámara lenta. Ver como día a día se secaba el arroyo y no tener una nueva orden debió ser una prueba dura a su confianza. Lo más cercano a esto es la confianza de un pastor que abre una obra donde no hay pueblo ni iglesia, el ministro que siembra con paciencia y espera aun que no vea frutos, los que abren día tras día sus iglesias con la esperanza de que un pecador se vuelva a Dios o la confianza de aquellos jóvenes que trabajamos incansablemente para que el evangelio sea esparcido, para que la música santa llene el alma de un afligido o para que la conducta de algún creyente sea influenciada por un tema escrito o una predicación en una zonal.


El profeta Elías tenia un vivo celo por Jehová, así que, esto es lo que para el común de los hombres es ilógico o una burla a la razón, pero para el que conoce a su Dios, para el que sabe que las lides espirituales requieren un entrenamiento superior; someten su obediencia, su fe y su confianza en las manos del único y soberano alfarero de nuestras vidas. El que puede deshacernos cuantas veces quiera con sus órdenes, el que nos moldea hasta hacernos el vaso que él desea que seamos.

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