La pureza de Dios
- Por Jiump Comunicaciones "Cimientos"
- 24 nov 2024
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 2 dic 2024
“¡Ay de mí! que soy muerto… "
Isaías 6:5
Esto es lo que la mayoría de las personas piensan cuando consideran su santidad. Isaías percibió esta pureza sin que una palabra fuera dicha. La sensación de ser inadecuado y estar contaminado para gozar de la compañía de Dios era algo abrumador. "¡Ay de mí!", gritó, "¡que soy muerto! porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de un pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los Ejércitos"
"Así como Él es puro"
1ra. Juan 3:3
Y así como el pecado es rebelión contra la autoridad de Dios, así también es la impureza en relación a la pureza de Dios. Tal como Isaías se sintió impuro ante Dios cuando reconoció su pecado, así le sucederá a cada persona que sea confrontada con su trono. Esta sensación de corrupción o contaminación no es algo psicológico; de ningún modo, es nuestra verdadera condición, porque somos pecadores e inmundos cuando nos confrontamos con su pureza, sin habernos lavado en la sangre de Cristo.
"Soy hombre inmundo de labios", dice Isaías, refiriéndose a los pecados de palabra, esto refleja lo que está en el corazón de una persona. "De la abundancia del corazón habla la boca" (Lc. 6.45), ¿era para Isaías entregar el mensaje de Dios algo santo y que glorificaba a Dios o había escondidas motivaciones carnales?, no lo sabemos con certeza. A veces motivaciones similares están ocultas en labios inmundos.
"Y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos", la denuncia del profeta no lo excluye de la culpa, por el contrario, ante la pureza divina entendía mejor, que él era parte de ellos y no tenía escapatoria. La pureza de Dios despertó en él la conciencia de la verdadera decadencia moral en la que estaba inmerso.
¿Qué pasaría si uno de estos días nos encontráramos parados frente al trono de Dios?
Es muy clara y emotiva la invitación que nos hace el Espíritu Santo, en Hebreos 10:19, a entrar con “… libertad en el Lugar Santísimo”, una libertad que el mismo autor nos revela que tiene exigencias, dice: “Sin Santidad nadie verá al Señor” (12:14).
La Misericordia de Dios
"He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”
Isaías 6:7
La misericordia de Dios por Isaías provocó que un serafín fuera el enviado hacia él y tocara sus labios con un carbón encendido del altar, con el mensaje divino de limpieza.
La purificante misericordia que Isaías experimentó cuando confesó su pecado, refleja la compasión de un Dios santo hacía un pecador arrepentido, el que necesita ser santificado para estar delante de su trono de gloria. De no ser así, hubiera muerto como Uza, que puso su mano en el arca de Dios (2da. Sam. 6:6), o como Nadab y Abiú que murieron por ofrecer un fuego extraño en el altar del Señor (Núm.3:4).
"Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos"
Lam. 3:22
Muchas veces nuestras actitudes y acciones delante de la presencia de Dios son tan deplorables, que sólo por la misericordia de Dios no hemos sido consumidos.
Isaías fue limpiado a través de un proceso de “boca quemada”, carne sacrificada en el fuego de Dios. Este es el resultado de la verdadera convicción de pecado que debe tener el pecador al estar frente a un Dios santo. Las palabras del ángel significaban que todos los pecados de Isaías estaban quitados de la vista de Dios. La iniciativa aquí fue de Dios, como siempre sucede cuando las personas llegan contritas y arrepentidas buscando su misericordia, sólo así es posible gustar de su gracia inefable.
Para con nosotros la iniciativa también ha sido de parte de Dios, al enviarnos a su Hijo, nuestro Salvador, por intermedio de su sacrificio misericordioso en la cruz, proveyendo para nosotros la santificación por su bendita sangre.
“Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo”
1 Pedro 1:2
Las constantes exhortaciones de la Palabra de Dios a buscar la santidad práctica, son un referente para nosotros. Dios nunca ha tolerado el pecado. Los episodios más dramáticos que se nos relatan en la Biblia, sólo pueden ser comprensibles a la luz de la Santidad de Dios y las exigencias para quienes sienten el deseo de estar delante de su presencia. La destrucción de Sodoma y Gomorra (Gen.19), la muerte de Nadab y Abiú (Lev.10), la muerte de Uza (2da. Sam. 6), y más adelante en el Nuevo Testamento, la muerte de Ananías y Safira por pretender engañar al Espíritu Santo (Hechos 5), son un claro referente de lo delicado que es estar frente a un Dios Santo.
Principalmente para nosotros, los que componemos la iglesia de hoy, es este mensaje, de reconocer al Dios Santo al cual servimos. A veces no tomamos este punto en serio, porque no estamos reconociendo la verdadera y completa naturaleza de Dios. Es verdad que Dios es amor, pero también es cierto que Él es santo y sin santidad nadie verá al Señor.
Nadie puede tener comunión con Él, de no ser por la redención que Dios mismo provee y aplica por la sangre preciosa de nuestro bendito Salvador Jesús.
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