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ARTÍCULOS

Los medios de la santificación

¿Cómo se santifican los creyentes? ¿Qué medios se usan para hacer a los creyentes santos y semejantes a la imagen de Cristo? Los medios son tanto humanos como divinos.


a) Es obra de la trinidad: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo… Fiel es el que os llama, el cual también hará” (1 Ts. 5:23-24). “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6) Los tres miembros de la trinidad tienen parte en la obra de la santificación.


• El Padre santifica al creyente atribuyéndole la santidad de su Hijo; poda todo pámpano que no lleva fruto (Jn.15:2), disciplina a sus hijos (He. 12:5-7), y “produce tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad”

• Jesucristo nos santifica. “Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre” (He.10:10). La muerte del cuerpo de Jesucristo nos separa del pecado y el mundo, y nos coloca aparte como redimidos y consagrados al servicio divino. Produce santidad en nosotros por el Espíritu (He. 2:11), y él es Autor y Consumador de nuestra fe (He. 12:2). Es el amor de Cristo el que nos constriñe (“gobierna nuestras vidas”, 2 Cor. 5:14, Versión Popular).

• También el Espíritu Santo nos santifica. “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado del la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2). La ley de Dios está en el corazón del creyente, “no con tinta sino con el Espíritu del Dios vivo” (2 Cor. 3:3), es decir, el Espíritu le motiva para hacer de corazón la voluntad divina. Es el Espíritu que lucha contra la carne y hace morir sus obras (Ro. 8:13), produce en el creyente los frutos del Espíritu (Gá. 5:22-23). Finalmente, es por el Espíritu que “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen” de Cristo (2 Cor.3:18).


b) El lado humano: El Dios trino no hace todo en cuanto a la santificación; le ta al creyente hacer su parte. Este debe apropiarse de las provisiones de Cristo, su poder para llevar una vida victoriosa y santa. Algunos de estos recursos divinos son: la Palabra de Dios, la sangre de Jesucristo y el poder del Espíritu Santo.


• El estudio de las Escrituras y la obediencia a las mismas. “santificaos en tu verdad, tu palabra es verdad” (Jn. 17:17). “Para santificarla” (la Iglesia) “habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Ef. 5:26). ¿Cómo santifica la Palabra de Dios? Haciéndonos ver el pecado; despertando la conciencia, revelándonos la voluntad de Dios; mostrándonos el carácter de Jesucristo; produciendo en nosotros fe; y ofreciéndonos el poder del Espíritu Santo. No hay poder igual al de la Palabra para apartarnos del mundo, de la carne y del diablo.

• La sangre de Cristo. “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn.1:7), “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero” (Ap. 12:11). La sangre (obra expiatoria) del Señor limpia la conciencia, fortalece la fe y nos permite acercarnos al trono de la gracia “para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (He. 4:16).

• El Espíritu Santo. Hemos mencionado ya el papel que desempeña el Espíritu Santo en la santificación; imparte vida, influye en la voluntad del creyente, lucha contra los deseos de la carne y libera de su poder. Le toca al creyente actuar para santificarse. Primero debe considerarse muerto al pecado, pero vivo para Dios. Luego ha de presentarse a Dios en consagración entera y entregar sus miembros al Señor como instrumentos de justicia (Ro. 6:11-13). Esta es la suprema condición para ser santificado (Ro. 12:1; 2 Ti. 2:21).

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